Barack Obama and Richard Blanco
(photo credit: AP/ Pablo Martinez Monsivais)
Today I received an e-mail from Chicano poet Francisco X. Alarcón, in which he offered Letras Latinas Blog his Spanish version of Richard Blanco's inaugural poem. It feels appropriate for us to present it here. Over ten years ago, in the Fall of 2002, Alarcón was one of five poets who took part in a Latino Poets Conference at Notre Dame. This past year, he served as the final judge of the fifth edition of the Andrés Montoya Poetry Prize. Therefore, in the interest of documentation, we offer below, "Uno Hoy"/"One Today." Enjoy. --F.A.
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El siguiente poema en una traducción al español del poema
inaugural titulado “One Today” que el poeta Richard Blanco leyó durante la
ceremonia de toma de posición del Presidente Obama el 21 de enero de 2013. El texto original del poema fue distribuido
por el Comité Inaugural Presidencial.
UNO HOY
por Richard Blanco
traducción al español:
Francisco X. Alarcón
Un sol se alzó hoy ante nosotros, iluminándonos las costas,
atisbando las montañas de Apalachia, saludando las caras
de los Grandes Lagos, esparciendo una verdad sencilla
por todos los Grandes Llanos, para luego llegar a las Rocallosas.
Una luz, despertando techos, bajo cada uno, una historia
contada por gestos silenciosos nuestros detrás de las ventanas.
Mi cara, tu cara, millones de caras en los espejos
matinales,
cada uno bostezando a la vida, formando nuestro día:
autobuses escolares amarillos como lápices, el ritmo de
semáforos,
puestos de frutas: manzanas, limas y naranjas alineadas como
arcos irises
listos para ser alabados. Camiones plateados cargados de aceite o papel
–– ladrillos o leche, saturando las carreteras a nuestro
alrededor,
en nuestro camino a limpiar mesas, sacar cuentas o salvar
vidas
–– a enseñar geometría o cobrar en la caja comestibles como
mi madre hizo
por veinte años para que yo pudiera escribir este poema.
Todos nosotros tan vitales como esa luz en que nos movemos;
la misma luz de los pizarrones con las lecciones del día:
ecuaciones por resolver, historia por cuestionar, o átomos
imaginados,
el ”yo tengo un sueño” que seguimos soñando,
o el vocabulario imposible de pena que no explicará
o el vocabulario imposible de pena que no explicará
los mesabancos vacíos de veinte niños marcados ausentes
hoy día y para siempre. Muchas plegarias, pero una luz
exhalando color a ventanales de vidrio cortado teñido
vida a los rostros de estatuas de bronce, calor
a escalones de nuestros museos y bancas de parques
como madres observando a niños resbalándose en el día.
Una tierra. Nuestra tierra, enraizándonos a cada planta
de maíz, cada cabecera de trigales cultivados por sudor
y manos, manos cargando carbón o plantando molinos
de viento en desiertos y colinas que nos mantienen tibios,
manos cavando trincheras, poniendo tuberías y cables,
manos tan callosas como las de mi padre cortando caña
para que mi hermano y yo tuviéramos libros y zapatos.
El polvo de granjas y desiertos, ciudades y llanos
mezclado por un viento –– nuestro aliento. Respira. Oye
esto entre el espléndido rumor de taxis pitando,
guaguas zurcando avenidas, la sinfonía de pasos,
guitarras y vagones rechinando del tren del metro,
el canto inesperado del ave en el alambre de tu tendedero.
Oye: los columpios ruidosos de parques de recreo, los trenes
silvando o los susurros en mesas de café. Oye: las puertas
que nos abrimos unos a los otros todo el día, diciendo:
hello,
shalom, buon giorno, howdy, namaste o “buenos días”
en el lenguaje que mi madre me enseñó –– en cada lenguaje
hablado en un viento que acarrea nuestras vidas
sin prejuicios, como estas palabras que parten de mis labios
Un cielo: desde que los Montes Apalaches y las Sierras
clamaron su majestad y el Misisipi y el Colorado labraron
su cauce al mar.
Gracias a la labor de nuestras manos:
tejiendo aceros para hacer puentes, completando un reporte
más para el jefe a tiempo, cerrando a puntadas heridas
o cosiendo un uniform, el primer pincelazo de un retrato,
o el último piso de la Torre de la Libertad,
proyectando al cielo nuestra capacidad de resistencia.
Un cielo, al cual alguna veces
alzamos los ojos,
cansados de trabajar: algunos
días prediciendo el tiempo
de nuestas vidas, algunos días
dando gracias por un amor
que nos ama a su vez, algunas
veces alabando a una madre
que supo cómo dar o perdonando a
un padre
que no pudo dar lo que tú
querías.
Nos dirigimos a casa: a través del brillo de la lluvia o el
peso
de la nieve, o el rojo ciruelo del atardecer, pero siempre
–– a casa,
siempre bajo un cielo, nuestro cielo. Y siempre una Luna
como un tambor silencioso tocando en cada techo
y cada ventana, de un país –– de todos nosotros ––
mirando las estrellas
esperanza –– una nueva constelación
en espera que nosotros hagamos su mapa,
en espera que nosotros la nombremos –– todos juntos
*
ONE TODAY
by Richard Blanco
One sun rose on us today, kindled over our shores,
peeking over the Smokies, greeting the faces
of the Great Lakes, spreading a simple truth
across the Great Plains, then charging across the Rockies.
One light, waking up rooftops, under each one, a story
told by our silent gestures moving behind windows.
My face, your face, millions of faces in morning’s mirrors,
each one yawning to life, crescendoing into our day:
pencil-yellow school buses, the rhythm of traffic lights,
fruit stands: apples, limes, and oranges arrayed like
rainbows
begging our praise. Silver trucks heavy with oil or paper
-- bricks or milk, teeming over highways alongside us,
on our way to clean tables, read ledgers, or save lives
-- to teach geometry, or ring up groceries as my mother did
for twenty years, so I could write this poem.
All of us as vital as the one light we move through,
the same light on blackboards with lessons for the day:
equations to solve, history to
question, or atoms imagined,
the “I have a dream” we keep
dreaming,
or the impossible vocabulary of sorrow that won’t explain
the empty desks of twenty children marked absent
today, and forever. Many prayers, but one light
breathing color into stained glass windows,
life into the faces of bronze statues, warmth
onto the steps of our museums and park benches
as mothers watch children slide into the day.
One ground. Our ground, rooting us to every stalk
of corn, every head of wheat sown by sweat
and hands, hands gleaning coal or planting windmills
in deserts and hilltops that keep us warm, hands
digging trenches, routing pipes and cables, hands
as worn as my father’s cutting sugarcane
so my brother and I could have books and shoes.
The dust of farms and deserts, cities and plains
mingled by one wind -- our breath. Breathe. Hear it
through the day’s gorgeous din of honking cabs,
buses launching down avenues, the symphony
of footsteps, guitars, and screeching subways,
the unexpected song bird on your clothes line.
Hear: squeaky playground swings, trains whistling,
or whispers across cafe tables. Hear: the doors we open
for each other all day, saying: hello, shalom,
buon giorno, howdy, namaste, or buenos días
in the language my mother taught me -- in every language
spoken into one wind carrying our lives
without prejudice, as these words break from my lips.
One sky: since the Appalachians and Sierras claimed
their majesty, and the Mississippi and Colorado worked
their way to the sea. Thank the work of our hands:
weaving steel into bridges, finishing one more report
for the boss on time, stitching another wound
or uniform, the first brush
stroke on a portrait,
or the last floor on the Freedom
Tower
jutting into a sky that yields
to our resilience.
One sky, toward which we sometimes lift our eyes
tired from work: some days guessing at the weather
of our lives, some days giving thanks for a love
that loves you back, sometimes praising a mother
who knew how to give, or forgiving a father
who couldn’t give what you wanted.
We head home: through the gloss of rain or weight
of snow, or the plum blush of dusk, but always -- home,
always under one sky, our sky. And always one moon
like a silent drum tapping on every rooftop
and every window, of one country -- all of us --
facing the stars
hope -- a new constellation
waiting for us to map it,
waiting for us to name it --
together
*
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Francisco X. Alarcón, poeta y educador chicano, nacido en Los Angeles. Su último libro es Ce•Uno•One: Poemas para el Nuevo Sol (Swan Scythe Press 2010). Ha sido galardonado con numerosos premios literarios por sus seis libros de poesía bilingüe para niños, entre ellos, Animalario del Iguazú (Children’s Book Press 2008), Poemas para soñar juntos (Lee & Low Books 2005) y los cuatro libros sobre las estaciones del año. Enseña en la Universidad de California en Davis.
Francisco X. Alarcón, Chicano poet and educator, is author of twelve volumes of poetry, including, From the Other Side of Night: New and Selected Poems (University of Arizona Press 2002), Snake Poems (Chronicle Books 1992). His latest books are Ce•Uno•One: Poems for the New Sun (Swan Scythe Press 2010), and for children, Animal Poems of the Iguazú (Children’s Book Press 2008). He created the Facebook page Poets Responding to SB 1070. He teaches at the University of California, Davis.
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